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viernes, 31 de mayo de 2013

Recordando a Argentina 78 - Preliminar

Preliminares del Mundial Argentina 1978 -  a 35 años.


El 1 de junio de 1978 dio inicio la XI Copa del Mundo de Futbol Argentina 1978 a la cual se clasificaron las siguientes selecciones nacionales:

Europa:

-          Alemania Fed. (Campeón vigente)

Gauchito: mascota oficial


-          Austria

-          Escocia

-          España

-          Francia

-          Holanda

-          Hungría

-          Italia

-          Polonia

-          Suecia

Sudamérica:

-          Argentina (País sede)

-          Brasil

-          Perú

Concacaf:

-          México

África:

-          Túnez

Asia / Oceanía:

-          Irán


 

 

Los encuentros se han programado para disputarse en las siguientes sedes:

-          Buenos Aires - Estadio Monumental (River Plate)

-          Buenos Aires - Estadio José Amalfitani (Vélez Sarsfield)

-          Córdoba – Estadio Olímpico

-          Mar del Plata – Estadio José María Minella

-          Rosario – Estadio Lisandro de la Torre (Rosario Central)

-          Mendoza – Estadio Ciudad de Mendoza

Tras el sorteo previo, los grupos quedaron conformados de la siguiente manera:

Grupo 1 (Buenos Aires y Mar del Plata)

-          Argentina

-          Hungría

-          Francia

-          Italia

 

Grupo 2 (Córdoba y Rosario)

-          Alemania Federal

-          Polonia

-          México

-          Túnez

 

Grupo 3 (Buenos Aires y Mar del Plata)

-          Austria

-          España

-          Suecia

-          Brasil

Grupo 4 (Mendoza y Córdoba)

-          Holanda

-          Irán

-          Perú

-          Escocia

Clasificarán a la segunda ronda los primeros dos equipos de cada grupo para formar dos grupos de cuatro equipos. Los ganadores de cada grupo se clasificarán a la Final mientras que los equipos que logren el segundo lugar jugarán partido por el Tercer Lugar.

Disfrutemos la recreación de las acciones de este Mundial día a día.



martes, 28 de mayo de 2013

Recuento del Torneo Clausura 2013

Numeritos finales


Al término del Torneo Clausura 2013 en el que América consigue su título número once de por vida igualando a Guadalajara al vencer a un Cruz Azul que tuvo todo para cortar una larga sequía de dieciseis años sin ganar una liga, pero fue invadido por esos fantasmas que su director técnico había dicho ya se habían sacudido; mismos que se le habían aparecido en Toluca en 2008 y ante Pachuca en la última Concachampions disputada. En una serie de partidos que fueron los de menor calidad futbolísticamente hablando de la semana - si los comparamos con los partidos Tijuana vs Atlético Mineiro y Bayern Munich vs Borussia Dortmund -. Cerrado y con tintes dramáticos, si, pero con poca calidad de futbol generado. Y es que en estas instancias las directivas tanto azulcrema como cementera exigían un título, pasando la calidad del espectáculo a segundo o tercer plano.
 
Tras la anotación del penal definitivo por parte del defenestrado Miguel Layún, inicia la parafernalia: personas que juraban y perjuraban ser de x o y equipo y negaban rotundamente cualquier simpatía hacia el equipo de la TV, se transforman y dan rienda suelta a los sentimientos inoculados por el emporio televisivo; y ni qué decir del grotesco espectáculo del dueño de dicho equipo.
 
En el artículo anterior publicado en este espacio hablamos acerca de los tres mitos que los medios de comunicación nos quieren inocular. Uno de ellos habla de la supuesta "grandeza" de los equipos finalistas - mismo que ahora es magnificado -. Si bien, la cantidad de campeonatos obtenidos por ambas instituciones es grande, es importante verificar las tendencias de los equipos participantes en la "Liga MX" para establecer quiénes son los verdaderos grandes de nuestro futbol. Un equipo grande se caracteriza por estar en la gran mayoría de los campeonatos luchando por el título, representando al futbol de su país en competencias internacionales. Ocho años sin títulos no es de un equipo grande; dieciseis, menos.
 
Para diferenciar equipos grandes de equipos populares, veamos las tendencias de los últimos años. Dejemos que los números hablen. Los diecisiete años en los que se han disputado torneos cortos son un parámetro que establece tendencias.
 
Primeramente veamos, en estos 34 torneos qué equipos han disputado más liguillas. La siguiente tabla lo ilustra:
 

 
De esta cantidad de liguillas disputadas, iniciadas formalmente en la fase de Cuartos de Final. ahora veamos en cuántas ocasiones estos equipos han logrado avanzar a semifinales:
 
 
La cantidad de finales disputadas por equipo es la siguiente:
 
 
Finalmente, la tabla de campeonatos obtenidos durante la era de los torneos cortos es la siguiente:
 
 
Evaluemos ahora la continuidad con la que los equipos participantes llegan a las instancias finales: 
 
Ahora veamos cuántos equipos han logrado hilvanar torneos logrando disputar semifinales consecutivas:

 
Cabe mencionar que de los equipos que tienen cuatro apariciones consecutivas en semifinales, todos han logrado hilvanar dicha cadena en una sola ocasión. De los que han logrado llegar en tres ocasiones consecutivas, sólo Santos Laguna ha logrado hacerlo en dos ocasiones.
 
También podemos ver cuántos equipos han logrado disputar dos finales consecutivamente en la siguiente tabla:
 
De los cuadros que han hilvanado apariciones en la final, sólo Santos Laguna ha logrado hacerlo en dos ocasiones.
 
En la siguiente tabla vemos que sólo un equipo ha logrado hilvanar dos campeonatos de manera consecutiva:
 
 
Finalmente anotamos las tablas de puntos acumulados durante el lapso referido:
 
 
 
 
 
Las siguientes tablas muestran que no hay equipo que lidere todas ellas. Y quienes encabezan la gran mayoría de dichas tablas, que en otras ligas serían denominados como equipos grandes, no son los equipos a los que la prensa capitalina considera como "grandes" en México. Ninguno de estos cuatro equipos logra destacar en rubro alguno.
 
A pesar de que, en esta ocasión, uno de los equipos populares y consentidos de la prensa capitalina se corona campeón, las tendencias indican que los equipos grandes serían otros. Así les duela a los televizombies.

martes, 21 de mayo de 2013

Tres mitos que emergen esta semana


Exultante se encuentra la prensa capitalina, esa que se hace llamar “prensa nacional”, ahora que tienen su “final soñada” – soñada por esta prensa miope y burriciega – entre dos equipos a los que ellos llaman “grandes”. Los tres conceptos anteriormente entrecomillados son tres mitos concatenados que es conveniente aclarar y además, desenmascarar.

Primero que nada tenemos el término “prensa nacional”. La prensa que tiene como sede el Distrito Federal: capital y centro neurálgico de nuestro querido México parece pensar que si algo no sucede dentro de dicha ciudad, simplemente no sucede. El dicho aquel que versa que “fuera del De Efe, todo es Cuautitlán” describe la manera en la que los habitantes de aquella ciudad – incluyendo a algunos procedentes de provincia que muy pronto olvidan sus orígenes, y con sus honrosas excepciones – ven al resto del país, con una ignorancia brutal. A propósito puedo contar una anécdota: una amiga de aquella ciudad me dice que me va a presentar a una amiga suya, a la que quizá yo conozca, ya que como yo, es del Norte. Le pregunto: “¿de dónde es ella?” y me responde: “de Hermosillo”. Le aclaro: “Me quedas más cerca tú, en la ciudad de México que ella en Hermosillo”. Observan el mapa y piensan que el resto de las ciudades del país somos como ahí se muestra: puntitos separados por unos cuantos kilómetros, como los que separan Avándaro de Valle de Bravo, o Cuernavaca de Zacatepec, que son las ciudades provincianas que, a lo mucho, conocen. De esa manera podemos entender la visión que tienen: así como los informes de gobierno, los grandes conciertos, las marchas y manifestaciones, la “fiesta grande” del futbol mexicano debe ser en su ciudad; caso contrario, así se enfrenten los dos mejores equipos de los últimos tiempos, la final les parecerá “descafeinada” o “desangelada”. Así podemos comprender los comentarios de algunos de estos comunicadores, totalmente despreciativos hacia los equipos de fuera del D.F. – que mientras más lejos de dicha ciudad queden, más despreciativos se vuelven – aunque los números digan lo contrario. Esta mal-llamada prensa “nacional” acusa a la prensa regiomontana de que, para ellos,  parece que sólo existen los equipos de la Sultana, y tienen razón, pero la prensa de Monterrey se asume como eso: prensa local que posee dos equipos en su entorno; mientras que la prensa capitalina sólo tiene ojos para sus tres equipos y otro más que es el que posee mayor cantidad de títulos históricos. Si en realidad fuera una prensa nacional – ahora sí sin comillas – asumiría que existen dieciocho escuadras compitiendo, y no sólo cuatro.

El segundo mito es aquel de “final soñada” – así titula el diario deportivo esto su edición del día lunes –. Aquí cabría preguntarnos: ¿soñada para quién? La prensa que describimos en el párrafo anterior es la que sueña con que la final de cada torneo sea disputada entre dos de los cuatro equipos a los que ellos llaman “grandes” – mito que describiremos más adelante -, ¿por qué? Porque así se justifica el mito que ellos mismos han alimentado con tan buenos réditos económicos. Los televizombies compran todo lo que ellos venden, y la mayoría de ellos simpatiza con los equipos a los que esa prensa “nacional” llama “los grandes”. Cabe mencionar que el evento “soñado” por esta prensa se dio por última ocasión en el torneo Clausura 2004. Tuvieron que pasar nueve años para que se repitiera, y será apenas el segundo que se presente dentro de los torneos cortos.

¿Quiénes son “los grandes”? Es el tercer mito alimentado por la prensa “nacional” para alimentar su “final soñada”. Los tres equipos que actualmente tienen por sede la capital, así como Guadalajara, son aquellos equipos que, más que grandes, son populares. ¿Por qué no son grandes? Tendremos que definir el  término en base a los estándares internacionales. En los países de prosapia futbolera, los equipos grandes son aquellos que dominan la liga: aquellos que además de contar con gran número de seguidores son aquellos que torneo tras torneo están peleando todos y cada uno de los torneos en los que participan, aquellos a los que su hinchada no les perdona dos años consecutivos sin título alguno, aquellos que un año sí y otro también están participando en competiciones internacionales. Así tenemos a Barcelona y Real Madrid en España, a la Juventus, Internazionale y AC Milan en Italia, a Bayern Munich en Alemania, por mencionar algunos. En este momento, ninguno de los cuatro equipos referidos en nuestro futbol reúne dichos requisitos. Basta decir que desde la instauración de los torneos cortos, los equipos “grandes” solamente han ganado 10 de estos  34 torneos –incluyendo el que está por concluir –, apenas uno más que los obtenidos por los equipos norteños en el mismo lapso. Como dato complementario podemos agregar que en las finales de siete de los últimos diez torneos ha estado presente cuando menos uno de los cuatro equipos del Norte, incluyendo tres finales disputadas entre dos escuadras norteñas y seis campeonatos que se han quedado en esta región; en el mismo lapso sólo han estado presentes en seis ocasiones esos equipos consentidos de la prensa, con sólo dos títulos conseguidos, y ambos por un solo club: la U.N.A.M.

Si bien en esta ocasión los representantes de la región en la que, según los chilangos, “se termina la cultura y comienza la carne asada”, sólo llegaron a la semifinal, son los que tienen tendencia a la dominancia en lo que se refiere a finales – sin contar las dos últimas definiciones de la justa continental – y títulos conseguidos… Pero eso para esa prensa “nacional” no importa: por sus pistolas, la final “soñada” por ellos es aquella que se dispute entre los equipos que les reditúan y a los que por lo mismo los nombran como “grandes”. Está por ellos decretado… total: los villamelones y televizombies, que son muchísimos, obedecen dicho decreto y lo compran.

jueves, 16 de mayo de 2013

Cómo evitar ser un villamelón.


Guía práctica de comportamiento en un estadio.


Santos Laguna llega una vez más a semifinales y muchos que durante la semana antepasada renegaron del equipo, una vez más se encuentran ávidos de obtener un boleto para presenciar el partido en cuestión.

En anteriores ocasiones platicamos en este espacio acerca de las personas que sólo van a los estadios (el Corona en particular) a socializar, así como de quienes creen ser expertos en todo deporte sólo por hablar del evento de moda. A ellos se les llama “villamelones” y/o “esnobs”. Muchas personas pueden ser encasilladas con ambos motes. Pero ¿Qué significan los términos en cuestión? Y ¿Cómo evitar ser calificado en alguna de estas dos categorías?

Comenzaremos definiendo términos. Primeramente hablaremos del aficionado. El aficionado a un deporte o actividad en general es aquel que reúne dos requisitos: pasión y cierto grado de conocimiento de la actividad en cuestión. De esta manera se considera incorrecto decir “asistieron al estadio veinte mil aficionados”, ya que el total de los asistentes son “espectadores”. Entre todos ellos habrá aficionados, simples espectadores, villamelones y esnobs.

Continuando con las definiciones, el término “villamelón” proviene de las plazas de toros españolas. En la Madre Patria solía decírsele “melón” a alguien tonto o lento de entendimiento. Así, a quien asistía a los festejos taurinos y, con sus gritos, maneras de comportarse o afirmaciones acerca de la lidia demostraba su ignorancia en la materia, se le calificaba como “melón”. Cuando los ignorantes en cuestión eran numerosos, los aficionados comentaban: “vino a la plaza toda la Villa Melón” (equivalente a decir ahora: “aquí anda todo pendejolandia”), posteriormente el término evolucionó para calificar a la masa ignorante como los “villamelones”. Finalmente los “esnobs” son aquellos que buscan imitar la manera de actuar, de hablar o de vestir de los “famosos” o poderosos.

Una vez definidos las categorías en las que se clasifican a los espectadores que asisten a un evento deportivo en general, y en particular en el estadio Corona, buscaré ennumerar qué hacer y qué evitar hacer para evitar ser clasificado como “villamelón” o “esnob”.

Si Usted no es conocedor de futbol y es invitado a asistir al estadio a un partido, ¿se convierte automáticamente en villamelón o esnob? La respuesta es NO: al llegar al estadio, Usted será un simple espectador. Al no ser conocedor, no podrá ser clasificado como aficionado; pero si su asistencia al estadio es para conocer el inmueble, para sentir el ambiente o simplemente buscando pasar un momento agradable en compañía de quienes lo invitaron, no hay problema: sólo evite comportamientos y actitudes que más adelante se mencionarán como de villamelón. Si asiste solamente “porque son las finales” y “hay que ir porque es lo de moda” o porque “ahí va a andar todo mundo”, siento decirle que es Usted un “esnob” (y también podría ser un villamelón). Pero no se preocupe: el esnobismo se puede ocultar; lo villamelón, no. Y, ¡cuidado! Un esnob es alguien que se encuentra a un paso de convertirse en villamelón.

Recuerde siempre que un villamelón es alguien que presume ser experto, pero su actitud y comportamiento delatarán lo contrario. Así que si Usted piensa asistir al estadio, nada le cuesta cultivarse un poco acerca de quienes protagonizarán el encuentro: acceda al sitio web del club, consulte las notas previas al partido que se publican en sitios especializados, o simplemente lea la sección deportiva del periódico del día en la que se mencionan probables alineaciones, formación de los equipos, su posición en la tabla, qué resultados le favorecen a cada escuadra, etc. Dicha investigación previa no lo convertirá automáticamente en aficionado, pero cuando menos llegará con algo de conocimiento y, si le toca un villamelón en la butaca de al lado, será mucho más difícil que éste lo apantalle.

El día del partido trasládese al estadio con tiempo. Procure llegar al estadio con una anticipación de cuando menos una hora para que tenga tiempo de estacionar su vehículo, ubicar el acceso a la localidad que ocupará, llegar a él y formarse en la fila correspondiente para ingresar. La puntualidad es una virtud muy importante en todos los aspectos de la vida. Es sumamente molesto que una vez iniciado el partido, los impuntuales obstruyan la visibilidad a quienes sí llegan con tiempo al inmueble. Además, es muy bonito observar el ambiente previo al inicio de un partido. Además, si se paga un boleto, cuesta lo mismo ver el partido completo junto con el espectáculo previo y posterior que ver solamente una parte. Una gran cantidad de personas suelen estar arribando al estadio a la hora del inicio del encuentro, ingresan a la tribuna al minuto 10 y, como por llegar tarde dejaron su vehículo en doble o triple fila, abandonan el estadio faltando diez minutos para el final del cotejo. Algo sin sentido. Quienes incurren en dichas prácticas no pueden por ningún motivo ser considerados como aficionados.

Una vez que ingrese a las tribunas ubique su lugar, así como las salidas, baños, vendedores de cerveza, semillas, botana, etc.; es importante tomar en cuenta que en un estadio, cine, teatro, plaza de toros, templo, etc., es un lugar en el que se observan ciertas normas de comportamiento; gritos, abucheos y hasta mentadas de madre son inherentes a una tribuna futbolera, así que si no le agradan, mejor quédese en casita y disfrute el partido por televisión. Hay que aclarar también que una cosa es proferir mentadas con cierta dosis de picardía o hasta para liberar cierto enojo, y otra muy diferente es caer en la vulgaridad exagerada y en la falta de respeto hacia los presentes, así que si piensa ir a la tribuna a sacar lo más sucio y vulgar de su ser, busque mejor otro foro para hacerlo.

Existen otras cuestiones que es importante observar: durante el desarrollo de un partido es normal que se profieran gritos o frases para mofarse de algún jugador del equipo contrario, pero sin caer en excesos: el sonido local le advertirá acerca de las expresiones y conductas que se prohíben al interior del estadio. Puede participar de los gritos colectivos siempre y cuando sepa qué es lo que se está gritando y por qué. Si todos a su alrededor incurren en gritos racistas, Usted no tiene por qué hacerlo. Si algunos a su alrededor abuchean o aplauden a cierto jugador o entrenador y Usted no sabe por qué lo hacen, demuestre categoría y evite ser seguidor de quienes lo hacen: posiblemente sean villamelones con iniciativa, si Usted les hace segunda significará que es aun más villamelón.

También evite aparentar mayor conocimiento del que realmente tiene. Si asiste acompañando a alguien que realmente sabe, pregúntele. Si la tribuna canta algo que Usted no entiende, pregunte el significado del cántico. Si requiere ir a comprar comida o al baño, procure hacerlo cuando la pelota no se encuentre en juego (en lo que se cobrará un tiro de castigo o saque de meta, se atiende a algún jugador dentro de la cancha o se realiza un cambio), así evita obstruir la visibilidad de quienes sí están concentrados en las acciones del partido.

Es normal que se emocione con las acciones del encuentro y que de lo más profundo de su ser salga un grito de desaprobación, de enojo ante una marcación arbitral o de alegría ante la marcación de un gol. Aunque sea su primera vez en el estadio, exprese su emoción – atendiendo a las recomendaciones anotadas en los párrafos anteriores – : si algún jugador realiza alguna acción que le provoque admiración, apláudala. El fútbol emociona y apasiona. Si en su caso así sucede, muchas felicidades: está Usted en camino a convertirse en aficionado, ya sintió la pasión de la tribuna. Ahora dedíquese a incrementar sus conocimientos sobre el futbol: reglas, jugadores, etc.

Después de salir del estadio, cuente a sus familiares y amigos sobre la experiencia que vivió: qué le gustó y qué le desagradó. Si se quedó con alguna duda, busque a alguien que sepa de futbol y pregúntele. Lea las reseñas del partido en medios especializados – le recomiendo consultar cuando menos cinco – y obtenga sus conclusiones.

Cuanto más apasionada y conocedora sea la gente que asista a un estadio, tendremos una mejor afición: apoyadora en todo momento pero exigente cuando se requiera… y exigiendo con bases.

Espero sus comentarios.

domingo, 12 de mayo de 2013

La importancia de llegar a la final en el Clausura 2013.


A diferencia de los torneos de Apertura, que otorgan boletos tanto para la Copa Libertadores como para la Concachampions, el torneo Clausura sólo otorgará los dos boletos restantes para la Liga de Campeones de la Concacaf. La misteriosa falta de previsión de los directivos que padecemos en nuestro futbol dan pie a varias situaciones bizarras que, si bien son menos injustas y surrealistas que aquellas que se tomaron en años anteriores, dan pie a suspicacias acerca de los criterios para otorgar los boletos para las competencias internacionales en las que se participa. Veamos los antecedentes históricos:

Hasta antes del año 1998 los clubes mexicanos solamente participaban en la Copa de Campeones y Subcampeones de la Concacaf, en la que los últimos dos campeones de nuestro futbol quedaban sembrados en la ronda de Cuartos de Final. Aquel torneo se jugaba más por obligación que por otra cosa ya que dicho cetro no otorgaba ningún beneficio adicional: el Mundial de Clubes aun no se instauraba. Durante el período comprendido entre los años 1989 a 1992, los entonces dirigentes de la Femexfut Francisco Ibarra y Emilio Maurer iniciaron gestiones tanto con Concacaf como con la Confederación Sudamericana de Futbol, para lograr que se invitara a las escuadras mexicanas tanto a la Copa América como a la Copa Libertadores. Los esfuerzos rinden fruto y México es invitado a la Copa América de 1993. Los sucesores en la dirigencia continuaron con dichas gestiones hasta lograr que también los clubes mexicanos fueran invitados a participar en Copa Libertadores. El pase para clubes mexicanos debía ser gestionado a través de un torneo previo – llamado Copa Pre-Libertadores – jugado ante los equipos venezolanos, que a cambio de una buena suma de dinero arriesgaban sus lugares en la copa. Pero resulta que en el Campeonato Verano 1997, en el que se basaron para otorgar los boletos a dicha Copa Pre-Libertadores, el campeón resultó ser Guadalajara y el Subcampeón fue Toros Neza; aun así los mandamás de nuestro balompié decidieron que los representantes fueran los tapatíos por ser campeones, y América por haber sido líder de la temporada regular. Ante los consecuentes cuestionamientos a dicha decisión – sospechosamente improvisada – por parte de prensa y aficionados, el entonces timonel americanista Carlos Reinoso declaró que la decisión de la Femexfut era sabia, ya que tanto Guadalajara como América deberían ser los representantes permanentes en Copas Libertadores, alegando que tenían ganado ese derecho “por tradición”. Ante tal disparate, don Nacho Trelles respondió con magistral sarcasmo que “si se trata de tradiciones, mejor enviamos unas chinas poblanas”. Entonces, para el siguiente torneo las reglas cambiaron: ahora el criterio clasificatorio era el jugar un torneo previo a la eliminatoria ante los venezolanos, bautizado como “Copa Pre-Pre-Libertadores”; el torneo era jugado en territorio estadounidense, así que el llegar a la justa sudamericana significaba para los clubes involucrados el recorrer un largo camino. Años después, los clubes mexicanos obtienen lugares directos para participar en la competencia y, para clasificarse, debían jugar un nuevo torneo clasificatorio llamado “Interliga” que comenzaba el día 2 de enero y también se jugaba en la unión americana. Es hasta el año 2008 cuando se opta por el sentido común y se decide que la clasificación a torneos sudamericanos se realizará de acuerdo a la tabla de posiciones al final del torneo regular: el torneo Apertura decidirá los clasificados a la Copa Libertadores mientras que el torneo Clausura repartirá boletos rumbo a la Copa Sudamericana; sin embargo, para el año 2009 la Concacaf retira el aval para que los clubes mexicanos participen en la Sudamericana – hecho que motivó que el “Chelís” enviara una sincera mentada de madre a los dirigentes concacafkianos por medio de la prensa, y que por este hecho fuera multado con una fuerte suma de dinero – sin que la dirigencia de la Femexfut modificara los criterios de competencia.

En lo personal se me antoja más lógico el sumar los puntos conseguidos en los torneos Clausura y Apertura y, borrando a los equipos que disputan la Concachampions, en base a la tabla propuesta otorgar los boletos a la justa del continente austral a los tres clubes que mayor cantidad de puntos hayan cosechado.

Los finalistas del torneo anterior ya se encuentran eliminados en el actual: ambos participaron en la Copa Libertadores por su posición en la tabla del Apertura y estarán participando en Concachampions por haber sido finalistas en las postrimerías del año anterior. De esta manera en este torneo Clausura que está por finalizar, sólo se disputan dos lugares más para la Liga de Campeones de la Concacaf… y el orgullo de ser campeón.

viernes, 3 de mayo de 2013

¿Afición o “esnobismo”?


Para Carlitos… Descansa en Paz, Hermano.

Semana de semifinales en la UEFA Champions League en la que han sido eliminados los dos clubes de mayor prosapia, presupuesto y número de títulos de España: Barcelona y Real Madrid. Curiosamente en estas fechas surgen, al parecer por generación espontánea, seguidores de ambos equipos. Primeramente el conjunto merengue fue eliminado a manos del Borussia Dortmund, activando las burlas de quienes siendo mexicanos, se ostentan como orgullosos culés; un día después, las burlas circularon en sentido contrario. Las razones de tan misteriosa pasión por los colores de dichos equipos de ultramar son de fácil explicación.

A propósito de lo anterior,  les contaré sobre una situación que padecí durante mi infancia, misma que nunca me tuvo nada contento… y ahora, aunque no me afecta en gran cosa, cada vez que me viene a la mente comienzo con las mismas reflexiones alusivas.

Resulta que siendo yo un niño, tras la venta de nuestro querido Club de Futbol Laguna, la pasión futbolera de quien me llevaba al estadio: mi señor Padre, disminuyó al grado de que durante los domingos prefirió ver las transmisiones de futbol americano en la televisión, relegando el balompié. Un Servidor, niño al fin y con un solo televisor en casa, no tenía otra que ver la elección del jefe de la familia. La situación desagradable no era el tener que ver el futbol americano, que es un deporte bonito y respetable; tampoco lo era el hecho de no poder ver el futbol en mi casa, para eso tenía a mis vecinos, a cuya casa siempre me invitaban a ver los partidos transmitidos el fin de semana; no: lo feo era la situación de que el humor dominical vespertino de mi adorado padre variaba en función del resultado ocurrido en el emparrillado. ¿A quién le iba él? A todos y a ninguno. Me explico con un ejemplo representativo: que si le caía gordo el peinado Punk de Jim McMahon, veía los partidos de los Osos de Chicago esperando verlos derrotados “para que se le quite lo mamón al cabrón ése”; con tan mala suerte que en esa temporada dicho equipo conquistó el Super Bowl XX… y propinando además una madriza a su rival, que se puede decir que ni las manos metió. El hecho referido motivó que tuviera que soportar mohinas, corajes, etc. Ante lo anterior, me pregunté: “bueno, ¿y por qué derramar tanta bilis por equipos que juegan en ciudades que quizá nunca llegue a conocer?” Desde entonces decidí que, cuando observe un encuentro entre equipos que no sean mis equipos, o que cuyo resultado no afecte a mis equipos; me dedicaré a disfrutar del encuentro, de las jugadas, de las situaciones chuscas que se lleguen a presentar, de las idioteces que suelen proferir algunos narradores, o de cualquier otra situación interesante que rodee a dicho encuentro.

Cuando surgen eventos o partidos importantes en ligas que nos son totalmente ajenas, ¿por qué la mayoría de los espectadores suelen polarizarse hacia alguien o algún equipo? Y más aun: ¿Por qué algunos cambian de equipo cada temporada? He aquí algunas reflexiones:

1. Educación. – En nuestro querido México generalmente somos educados bajo los principios de la doctrina cristiana. Uno de los valores que tiene nuestro pueblo es el de la solidaridad: somos educados a solidarizarnos con el prójimo al grado de llegar a “ponernos en sus zapatos”. Por lo anterior somos muy dados a adentrarnos en los sentimientos ajenos al grado de compartir las alegrías y sufrimientos tanto del hermano, del vecino y hasta de los protagonistas de cuanto espectáculo presenciemos: de niños salimos del cine después de haber presenciado “Karate Kid” tirando patadas, las mujeres lloran cuando la protagonista de la novela sufre, hasta en los programas de concurso y “reality show” que las televisoras nos han encasquetado en horarios estelares la audiencia se polariza y gasta una buena parte del saldo de su teléfono en llamar a los teléfonos que aparecen en pantalla, ya sea para expulsar o hacer que permanezca en el certamen el participante preferido. De la misma manera, la gran mayoría de quienes presencian un partido se decantará por un equipo, aunque sea sólo durante dicho encuentro.

2. Costumbre.- Otro factor que incide son las añejas costumbres que tenemos, cuando menos en este país. La escena es común: se sintoniza un partido; no falta quién pregunte: “¿Quiénes juegan?”; otro responderá: “Los Fulanos vs los Menganos”; la siguiente pregunta que se escuchará es: “¿Y a quién le vas?”. Por costumbre siempre pensamos en elegir a un favorito, ya que desde antaño así es la costumbre. Desde tiempos inmemoriales al acudir a las ferias, las competencias eran en su gran mayoría acompañadas de apuestas: peleas de gallos, carreras de caballos, etc., desde cuando en las culturas prehispánicas se jugaba el juego de pelota, corrían las apuestas por doquier. Desde entonces el espectador también jugaba su partido deseando el triunfo de su elegido para sentirse ganador – que en ese caso sí lo era, ya que incrementaba sus haberes gracias a dicho triunfo – con la consiguiente burla hacia quienes salieron derrotados y “desplumados” de la contienda. Vemos entonces que en nuestra cultura se encuentra el hecho de proyectarnos en otros para competir.

3. Orgullo.- Un ejercicio muy sencillo de realizar es el siguiente: cuando algún amigo o conocido suyo se encuentre viendo con una buena dosis de atención algún encuentro, certamen, pelea de box o evento similar que implique competencia; pregúntele: “¿a quién le vas?” Cuando reciba respuesta, Usted revire diciendo: “Pues yo le voy al contrario”… Será cuestión de fracciones de segundo para que su interlocutor inicie la discusión. Si es Usted algo socarrón, podrá llevarle intencionalmente la contraria incrementando la exaltación de esa persona que tenga enfrente. si al final del encuentro el resultado le es favorable a la persona en cuestión, probablemente descargará su euforia echándole en cara que lo ha vencido. En caso contrario se sentirá derrotado por Usted y buscará cambiar la conversación o cualquier otra táctica para lograr olvidar su reciente descalabro.  (Advertencia: si la otra persona muestra indicios de enojo desmedido, es mejor que suspenda el ejercicio en ese preciso instante). De la misma manera, en otros aspectos de nuestra vida solemos ser orgullosos. Por ejemplo: quien estrena teléfono celular de cierta marca y operador telefónico va por la vida diciéndole a todo mundo que tanto su equipo celular como su operador telefónico es el mejor, y peor aún, desdeñando a quienes ostentan otro modelo de teléfono o que se encuentran contratados con otra compañía. En un afán de sentirse superiores buscarán ponderar las bondades de su teléfono y de su compañía, así como las carencias o debilidades de las demás.

4. Novedad.- En México, y en particular en la Comarca Lagunera, la gente suele ser sumamente novedosa. Asistimos a la inauguración de cuanto local se instale en la región y, aunque no sepamos nada acerca del lugar en cuestión, ahí estamos; sólo con el fin de socializar y de poder presumir a nuestras amistades que estuvimos presentes en el magno evento. De igual manera sucede con los eventos que se suscitan en la región y en el mundo entero: en enero todos son expertos en futbol americano, a mediados de año son futboleros y toman partido por alguna selección que esté teniendo acción ya sea en Copa América, Campeonato Mundial, Eurocopa, Juegos Olímpicos o Champions League; y en octubre todos son partidarios – casualmente – de alguna novena que se encuentra disputando la postemporada de las Grandes Ligas. Así como las señoras tienen la necesidad de seguir puntualmente todos los capítulos de la novela para “estar in” ya que será el tema de conversación con sus amigas, otros sienten la necesidad de tener un equipo, competidor o boxeador favorito que se encuentre en acción en ese momento  para sentirse completamente involucrados en él (véase el punto 3).

Es imprescindible mencionar además, el hecho de que en muchas ocasiones el individuo tiene la necesidad de sentirse ganador en algún aspecto de su vida. La sensación de triunfo es algo así como una necesidad fisiológica en el ser humano, y si no se siente a través de los triunfos propios, se buscará a través de los triunfos y éxitos de los demás. A esto se le denomina “subirse al carro de los triunfadores”. “Ganó Perengano, que es al que yo le voy (o le iba por esta vez)” es en ocasiones motivo suficiente para que las personas se sientan triunfadoras aunque sea por un momento, dejando así de pensar en sus frustraciones, carencias, problemas o fracasos personales.

Por las razones anteriores, muchísimas personas se convierten en “esnobs”. Dicho término es definido en el diccionario de la Real Academia Española como Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. Así podemos ver a las “barras” (ya no son porras) de los equipos mexicanos cantando en la tribuna con argentinismos (sonsonete y términos como “vos”, “querés”, “hacés”, etc.), señoras y señores que compran diversas revistas del corazón para enterarse de los pormenores sobre la vida de los “famosos”, muchachitas imitando peinados, vestidos, formas de caminar y hablar del artistita de moda, por citar algunos ejemplos.

Quizá algunos de quienes lleguen a leer estas reflexiones dirán: “El que escribió esto es un amargado, o no tiene vida”. Les respondo que prefiero observar y divertirme que involucrarme, es algo así como cuando asisto a la lucha libre: ahí me vale quién gane puesto que voy a desestresarme escuchando las ocurrencias del respetable – y realizando una que otra aportación a la vacilada – así como a reír a costa de aquellas personas que sí toman partido por rudos o técnicos y realmente se enojan cuando el resultado le es adverso, le recuerdan su progenitora al referee y duran toda la semana con el coraje. La pasión e involucramiento de mi parte se da solamente cuando juegan mis equipos. ¿Cuáles son mis equipos? Aquellos con los que tengo algo que ver: los equipos en los que llegué a jugar o bien, los equipos representativos de las instituciones en las que estudié. Y claro está: los equipos de mi tierra que compiten en las ligas nacionales: Santos Laguna y Vaqueros Laguna. Confieso que en el beisbol de las Grandes Ligas tengo cierta predilección por los Atléticos de Oakland por una situación curiosa: al verlos jugar me llamaba la atención el uniforme; ver jugar a unos cuates con los colores de mi añorado Laguna, aunque fuera en otro deporte, me traía algo de nostalgia. Aunque he de confesar que, ganen o pierdan, nunca han provocado en mí pasiones que vayan más allá de tener una cachucha de dicha novena. También considero válido el apoyar a los equipos que nos representan como país en competiciones internacionales: involucrarnos con la Selección Mexicana en el Mundial, Copa América, Juegos Olímpicos. Muchos de nosotros gozamos cuando los púgiles mexicanos han dado cuenta de rivales odiados, como cuando Sal Sánchez convirtió la cara del boricua Wilfredo Gómez en un plato de moronga, o cuando JC Chávez enviaba a la lona a cuanto rival se le ponía enfrente – y lloramos cuando Tommy Hearns de un gancho a la mandíbula de Pipino Cuevas dejó a México con un campeón mundial menos. De la misma manera se suele tener cierta predilección por algún equipo que llegue a identificarse con los valores que cada uno de nosotros tiene. Podemos decantarnos por el menottismo o el bilardismo, el lavolpismo o el lapuentismo, o bien seguir el paso de un equipo o deportista porque nos agrada la manera en la que juega: de esa manera hace años deseábamos el triunfo del Real Madrid de los años ochentas, para que le fuera bien a Hugo Sánchez; más tarde observábamos los partidos del Osasuna de Aguirre, y en este momento al Manchester United para seguirle la huella al “Chicharito”. También hemos gozado de observar a equipos de época como el Milan de finales de los ochentas, el Barcelona de Ronaldinho y ahora de los canteranos de la Masía. Dentro del futbol mexicano, muchos quedamos enamorados de la manera en la que jugaba aquel Toros Neza de 1996. Haber seguido a cierto equipo o jugador por cierta circunstancia no necesariamente equivale a ser fanático de los clubes antes mencionados.

Observar cualquier deporte sin apasionamientos, así como admirar a competidores o deportistas virtuosos nos hace mejores aficionados; el hablar bien de algún jugador o equipo, aunque no sea nuestro equipo, de ninguna manera nos convierte en fanático de ellos – en el mundo taurino se dice que un buen aficionado es a quien más toreros le caben en la cabeza –. Por el contrario, declararse fanático de cuanto equipo aparezca en la televisión sólo por  la momentánea necesidad de tomar partido, equivale a enamorarse de cuanta mujer se nos cruza en el camino (en el caso de los hombres).

Para considerarse un buen aficionado se debe tener cuidado, porque entre ser seguidor a sentirse fanático – que en realidad sería ser “esnob”;  hay mucha diferencia, y la línea que los separa es muy delgada.